Por Juan David Castaño García
Hablar de la amistad en nuestro tiempo parece sencillo, pero en el fondo no es algo fácil. Reflexionar sobre la amistad es un acto que implica entrar en sí mismo y profundizar en las experiencias y en las diversas personas que han pasado por nuestra vida; implica también pensar en todas las ideas y referentes que nos permiten entender un poco nuestra realidad. Hablar de amistad en el tiempo en que hemos visto cómo se han derrumbado (al menos parcialmente) los principios y las instituciones que a lo largo de los años nos han enseñado valores, vínculos y afectos, puede ser un acto realmente difícil.
Cuando miramos nuestra sociedad, con injusticias, personas desleales, movimientos sustentados en el odio, polarización, seres banales y demás, comprendemos que no es difícil desviarnos del camino y transitar por senderos que no queremos andar: las máscaras, la inautenticidad, en fin, la soledad. Sin embargo, nuestro yo más auténtico, nuestro interior, nos reclama, nos llama a desligarnos de esa realidad y nos mueve a resaltar los valores que nos deben acompañar como personas e integrantes de una sociedad. No podemos perder el horizonte de la verdad, la justicia y de “aquello” que nos permite afianzarnos como personas y construir bienestar para toda la comunidad.
Ese “aquello” que nos realiza como personas y une a la sociedad, es la amistad, uno de los regalos más grandes que se nos pueden dar. Cuando a nuestras vidas llega un amigo, arriba una persona que nos inquieta la mente, nos alegra el alma, y llena todo nuestro ser. Un amigo nos ayuda en la búsqueda de la Verdad y del Bien.
A veces pasan por nuestra existencia personas con la intención de arrebatarnos la alegría y el gozo de vivir, seres que quisieron, en determinado momento, conducirnos por vías inadecuadas para nuestra mente, alma, cuerpo y espíritu; personas que quisieron alejarnos de las cosas buenas de la vida, arrebatarnos la tranquilidad e incluso, hacernos tomar decisiones en contra de nuestra propia voluntad. Por ello, es muy importante recordar lo verdaderamente vital que nos dejan las amistades reales: el amor, la justicia y la verdad. En este momento brota del corazón agradecer a Dios y a la vida, por darnos la oportunidad de ahondar en el sentido de la existencia y encontrarnos con personas valiosas en nuestro paso por la tierra.
Zygmunt Bauman nos ha entregado el concepto de “Modernidad Líquida”, una idea sobre las sociedades modernas, en las que priman las cosas fáciles, fluidas y sin mayor complejidad para la vida de las personas. La amistad verdadera, es una experiencia totalmente contraria a la liquidez que menciona Bauman. Vivir la amistad es una inmensa necesidad en medio de la liquidez de nuestra sociedad, porque todos necesitamos soporte, acompañamiento, una palabra, un abrazo o un gesto que nos recuerde que somos seres sensibles, valiosos, frágiles y plenamente amables. Sin embargo, encontrar amigos en medio de esa liquidez es un reto por el que debemos pasar, pues necesitamos, para crecer como seres humanos, encontrar una buena amistad. Los amigos, nos ayudan a crecer, nos motivan a creer en nosotros mismos , nos permiten trascender y comprender el valor de la existencia propia y del otro, valorando y aportando así, a una sociedad estable, sólida y sostenida en valores.
Aunque parezca que todos nos hemos sumergido en la modernidad y su liquidez, algunos hemos sido capaces de nadar a contracorriente y volcar nuestra mirada a aquello que se debe sostener en el tiempo y el espacio. Tal vez es complejo, pero quien se ha encontrado con amigos en su vida, tiene el deber de regalar y acompañar a los demás para que se encuentren, también, con este gran don.
La historia, nos ha demostrado que, entre más alejados estemos unos de otros, más difícil será alcanzar los objetivos que como personas y sociedad tenemos, por esto, la amistad es uno de esos caminos necesarios para alcanzar el Bien, no sólo personal, sino también el de los que están a nuestro alrededor.
Me gustaría que al leer estas reflexiones personales pienses en aquellas personas que han traído a tu vida experiencias y momentos felices, personas que se han maravillado con tu existencia y te han acompañado en las circunstancias más difíciles de tu vida. De eso se trata la verdadera amistad, de alegrarnos enormemente por los triunfos, de dedicarnos espacios sin fin para conversar, de deleitarnos con la existencia del otro y de, incluso, valorar las falencias de quien está a mi lado. Hay muchas razones que sustentan y le dan vida a un vínculo tan necesario y real.
Creo que es un deber como persona ayudar a otros a reflexionar sobre la importancia de la amistad. Debemos ser conscientes de que todas las personas podemos amar y somos dignos de ser amados. Todos necesitamos estrechar nuestra manos, nuestros corazones y nuestras almas con nuestros verdaderos amigos. La sociedad nos invita a lo ligero, a lo vano, a lo inestable, a la desconfianza y a no entregarnos. Yo, en cambio, los invito a que festejemos y celebremos la verdadera amistad, pues tiene más sentido amar y ser amado, que llenar los vacíos de la vida con cosas materiales.
Que el fuego que enciende en nuestro corazón la amistad, pueda ser compartido con muchos más que necesitan luz en sus vidas y que podamos librarnos de una líquida amistad.